INDIGENTE PARA EL TEATRO

Crónica de una tarde lluviosa Metíase a la regadera para iniciar la vagabunda jornada. Descomponíasele el celular a causa del vapor. Mentábale la madre a su chingada suerte. Jodíánsele los planes. Iríase por la tarde a conseguir una chamba. Negábasele la comunicación con el mundo entero.Total que como a eso de las dos y media de la tarde, se larga a la entrevista de la móndriga chamba, y el chingado celular –literalmente– decía que no reconocía la ‘Tarjeta SIM’. ¡Ah qué las hilachas! Eran inicios de noviembre, dos horas y media de Reyes Heroles a Pilares en tour por ‘Toluca, la Bella Inundada’. Casi un metro de agua cubría los autos atorados en Comonfort. Y aún a puertas cerradas, el camión se humedeció en los primeros escalones.Llegando a Pilares el torrente era de apenas unos centímetros, aprovechando esto, saltó del camión guajolotero, haciendo que sucediera lo mismo con el contenido de un charco gris. Caminando un titipuchal de calles –en estos tiempos cinco pesos son cinco pesos– sus tennis pronto se convirtieron en esponjas, declarándolo a cada paso con soniditos cajetas.Con el abrigo húmedo del méndigo chipi-chipi, arribó por fin a las paradisíacas tierras de San Jerónimo Chicahualco, en donde en menos de media hora le fueron entregadas las instrucciones, los viáticos, el ‘Dios te ampare pendeja’ y las encuestas que tendría que realizar en los días subsecuentes a cambio de un mísero salario. Pateando piedras y charcos –qué más daba si al fin y al cabo ya estaba escurriendo– y decidida a madrearse al primer empleado hijo de puta que se le pusiera al brinco, tomó un camión a Toluca, con rumbo al Centro de Atención a Clientes TELCEL.No obstante, aunque hubiese sido una buena terapia, todo el personal tuvo a bien de su seguridad y belleza facial, portarse amable con la húmeda y desvencijada vagabunda. Se formó cerca de una hora para hacer valer ‘la (fucking) garantía’. Siendo viernes por la tarde, atascado el Centro, por precisamente estar en el jodido centro, la atendieron diciéndole que tenía que esperar hasta el lunes para saber el ‘diagnóstico’ del celular. ¡Llevábasela la chingada!Para esas alturas eran casi las dieciocho horas. Salió mentando madres. Hubo que cruzar por los portales que estaban atiborrados de puestos del día de muertos. Aunque pudo haber sido contraproducente, se sorprendió al notar que el aroma a chocolate corriente le calmaba los madreadores ánimos. Caminó entre los espacios que le dejaba la gente, vio una exposición de dulces tradicionales, llaveros de calaquitas que castañeaban los dientes, mulitas de azúcar acosadas por abejas zumbadoras, obleas de colores circundadas por semillas pegadas con miel, y pan, aroma de pan colgado en bolsas de plástico.
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